Yo había pensado escribir sobre la atención al cliente, porque hace unas semanas me fui con dos amigas de compras. En el fondo era pasar un buen rato juntas. Es algo que hacemos de vez en cuando y esta vez teníamos posibilidad de estar juntas bastante tiempo, que últimamente siempre nos falta una.
Entramos en Woman Secret la favorita de una de nosotras, en S. Bachiller en Mango.., pero fue en una de cuyo nombre no quiero ni acordarme y que la tele nos había enseñado como podía sentar aquel conjunto que hasta la aguja que aparecía daban ganar de cogerla y ponerse de modista como Paula Echevarría en Velvet, que nos pasó lo que jamás creí que podía ocurrir siendo tan italiano todo.
Eligiendo modelo y talla descolgamos una del perchero y estando con ella en la mano una de nosotras, se acerca y nos dice la dependienta vestida de riguroso negro con mechas californianas de esas que solo llevan las que tardan mucho en ir a la peluquería y lo disfrazan diciendo que es la moda surfera:
-Eso no le entra.
Nos miramos como si aquella “tendera” nos hubiera llamado pechugonas a las tres y no a quien llevaba en la mano el conjunto.
-Yo creo que si.
Contestó precisamente una que no lo sujetaba en su regazo. Era un comentario tan arriesgado el que acababa de oir, con ese conjunto de esa talla en la mano que había que tener mucho valor, serenidad y algo más para decirlo. Pero increiblemente apoyamos cada letra, no se nos ocurrió rechistar. Muy al contrario, muy dignas nos dimos la vuelta, dispuestas a entrar en el probador a resolver como meter aquello en alguno de nuestros tres cuerpos.
Imposible, realmente era imposible, ni las contorsionistas del Circo de Sol, podían resolver aquel dilema. Fue la más internacional de nosotras la que lo intentó por última vez. Desesperada por cerrar esos malditos corchetes, dejándose las puntas de los dedos, ya casi sin aire en los pulmones, nos miró rendida y soltando el aire que aún retenía como podía desistió… Pero sin que le temblara el pulso lo colgó en su perchita transparente, bien puesto, se enfundo de nuevo en su vestido berenjena, y sin decirnos nada mientras a toda prisa terminabámos de vestirnos nosotras, con paso firme como quien desfila por la pasarela Cibeles se dirigió a la falsa californiana y clavando su mirada sobre sus ojos para poco a poco ir recorriendo sus mechas y aquel pantalón indescriptible decirla:
-Perfecto, me lo llevo.
Muy lentamente abrió la cremallera de su bolso (Yanko y precioso solo por dar algún detalles), sacó de su billetero a juego la visa oro de un banco americano y se la extendió para pagar con soltura aquel conjunto de braga y sujetador negro.
Nosotras dos, aún con la boca semi abierta la mirábamos entusiasmadas, sobre todo quien lo había elegido de entre todos los que, posiblemente a alguna nos hubiera valido.
Aun se atrevió quien nos atendía en decirle.
-¿Para regalo?
-No, le contestó con gesto de sorpresa, No, es para mi, ya sabe un pequeño capricho, nada especial.
Temí he de reconocerlo, que en el último momento aquella dependienta dijera algo como “pequeño, desde luego” pero creo que la prudencia le asistió unos segundos. Cómo me gustaría que alguien llevara esta escena al cine,¡ sería genial!.
Lo que pasó minutos después es que salimos de aquella tienda buscando un sitio donde sentarnos no solo a reír sino y ante todo a buscar en google la tienda más próxima para descambiarlo por dos tallas más grandes.
Nada que hablar sobre atención al cliente, en este momento no se me ocurre nada que merezca la pena. Este momento es para hablar sobre las relaciones de amistad, esas que se han forjado durante años, con todas las cosas que hemos ido haciendo, viviendo y que han provocado que entre nosotras haya mucha complicidad, pero ante todo reciprocidad y cariño. Cuando vi como protegía exponiéndose a cualquier contestación de aquella dependienta, solo por el cariño que le tiene, fui consciente que era espectadora de una auténtica relación de amistad.
Muchas veces he hablado de este tema. Recuerdo conversaciones con mis hijos cuando eran pequeños, cuando con nueve o diez años llamaban amigos aquellos que les hacían a veces sufrir porque corriendo en el patio no eran tan hábiles como ellos, o en algún momento de debilidad se mofaban y les ridiculizaban, o ignoraban en situaciones en las que estaban más solos. El tiempo y según han madurado les ha permitido distinguir a sus amigos, de otros con los que solo juegan un partido , o salen de juerga de vez en cuando. Aquellos que duran poco de los otros, de los que en realidad se quieren mucho.
Las relaciones de amistad son complejas, lo que si he descubierto con mis amigos, es que solo duran aquellas relaciones que te reconfortan a lo largo del tiempo. Y he descubierto que la amistad como pócima mágica tiene 10 ingredientes básicos: C3A2R2S2J
Confianza… aquello que es casi un secreto o no quiero que se conozca, lo escuchan y guardan siempre.
Cariño... Nos queremos a pesar de los desacuerdos, son incondicionales.
Consistencia… son duraderas en el tiempo, y no solo para algunas ocasiones.
Apoyo... Cualquier cosa que elijo hacer, incluso si la decisión no parece ser la correcta, ahí están.
Aliento… son mis mejores influencias, no escatiman en darme ánimos avanzar.
Reciprocidad… Toman y contribuyen de la misma manera que lo hago yo.
Respeto… Nos respetamos tanto en lo físico como emocionalmente y no abusan nunca.
Sinceridad… me lo dicen… tanto en sus elogios como sus criticas u opiniones para que aprenda, sin reproches.
Sin críticas… no me juzgan jamás ni a los que yo quiero.
Estar juntos … nos gusta estar juntos y buscan el tiempo y el momento para hacerlo.
Pase una tarde estupenda con ellas, siempre son estupendas esas tardes, y las mañanas y cualquier momento. Como ha sido este pasado sábado cenando todos juntos que han venido sus parejas, que también han disfrutado estando, porque son una parte importante de todos nosotros, no podría ser de otra manera.
Mila Guerrero
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