El concepto Internet de todas las Cosas (IoT) es una tendencia que ha irrumpido con la fuerza de un tsunami y cuyas posibilidades son casi infinitas. El panorama que se extiende ante nuestros ojos es abrumador, implica a todos los sectores de la industria y puede mover millones y millones de euros en los próximos años.
El Internet de todas las cosas aborda el cómo personas, cosas y datos pueden actuar de forma diferente. Hemos pasado ya ese primer estadio en el que Internet se usaba fundamentalmente para la búsqueda de información.
Un interesante ejemplo de las posibilidades que se nos brindan es el de la empresa NextSeguros que para diseñar seguros a medida para sus clientes utiliza la información que le proporcionan los dispositivos instalados en los coches, disponiendo así de una información completamente real.
Pude parecerlo pero no es ciencia ficción. Podría ser el futuro pero en muchos casos ya es el presente.
Pude parecerlo pero no es ciencia ficción. Podría ser el futuro pero en muchos casos ya es el presente.
El concepto de Internet de todas las Cosas está basado en la conectividad que tiene como objeto hacer más fácil la vida de los seres humanos. Puedo citar ejemplos que nos dejarán boquiabiertos: un dispositivo en la nevera que avisa de la fecha de caducidad de los productos; un inodoro que analiza la orina y recomienda la dieta más adecuada o dispositivos en los animales que recogen su productividad. O sea no se trata sólo de tener datos si no de utilizar esos datos para disponer de mayor conocimiento, poder tomar decisiones de forma compleja y por lo tanto disponer de más recursos para hacer nuestra vida más fácil.
El potencial de IoT es tan enorme que puede cambiar, más bien diría transformar profundamente toda nuestra vida.
Casi podríamos afirmar que en un futuro próximo las cosas que no estén conectadas no tendrán futuro. Hablamos por lo tanto de la fuerte tendencia a provocar la interconexión digital de las cosas de uso cotidiano.
Hay dos grandes campos de acción en el Internet de todas las cosas: el primero, el que he mencionado de la conexión de los objetos (muy encaminados a hacernos la vida más fácil) y el otro, denominado “Smart cities”. En este caso el IoT sirve para medir y gestionar algunos parámetros como energía, consumos, humedad, circulación, gestión de residuos, etc. de forma automática y sin que intervenga el ser humano. De esa forma se están tomando decisiones complejas que ayudan a reducir o hacer un consumo más racional de los suministros.
Hay dos grandes campos de acción en el Internet de todas las cosas: el primero, el que he mencionado de la conexión de los objetos (muy encaminados a hacernos la vida más fácil) y el otro, denominado “Smart cities”. En este caso el IoT sirve para medir y gestionar algunos parámetros como energía, consumos, humedad, circulación, gestión de residuos, etc. de forma automática y sin que intervenga el ser humano. De esa forma se están tomando decisiones complejas que ayudan a reducir o hacer un consumo más racional de los suministros.
En algunas ciudades ya se están instalando estos sistemas en la red de alumbrado, alcantarillado, etc. Sus potencialidades podrán llegar al transporte o la sanidad. Si tenemos en cuenta que en el 2050 más del 60% de la población mundial vivirá en macro-ciudades se volverá imperativo racionalizar todos estos usos para su mayor eficiencia.
Es cierto que en muchos casos estos conceptos son un tanto difusos y lejanos todavía para el ciudadano medio pero su avance es imparable. Los cambios se suceden a velocidad tan vertiginosa que algunos de los avances que hace muy poco tiempo nos parecían revolucionarios, desde la óptica actual se ven ya como rudimentarios.
La Transformación Digital en que ya estamos inmersos cambiará de forma radical muchos negocios tradicionales que perderán su razón de ser, la forma de comunicarnos, entablar relaciones, o salir al mercado.
Este nuevo entorno con dispositivos que son capaces de conectarse a Internet y permiten que el usuario tenga el control u manejo de aparatos que le facilitan la vida ya está en marcha. Desde el punto de vista humano esto requiere una enorme capacidad de flexibilidad y una significativa adaptación a los cambios que se vayan produciendo.
¿Nos gustará vivir en un mundo lleno de objetos sensorizados y monitorizados, interconectados, pudiendo emitir órdenes desde cualquier lugar? Siempre que se producen avances revolucionarios se produce el temor de pensar hacia qué sociedad caminamos, y se impone la búsqueda del equilibrio entre todos aquellos dispositivos y aplicaciones que aumentarán nuestra comodidad y seguridad frente a los posibles abusos y despersonalización que podríamos experimentar.
Estamos ante un gran salto, lleno de beneficios indudables para la humanidad, ante un momento único, pero no podemos perder el norte ante toda esta tecnificación, y hay que tener siempre presente que el Internet de las cosas deberá estar al servicio de las personas. Porque detrás de aparatos, conexión, digitalización y más y más avances estamos los seres humanos. Y esa condición no debemos perderla de vista.
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