Hace un par de años sufrí una desagradable experiencia con la compañía
de bajo coste Ryan Air. Se encargaron de amargarme el final de mis vacaciones
de Navidad.
Regresábamos a Madrid desde Gran Canaria, mi mujer, mi hija pequeña
y yo mismo. La situación vivida en el aeropuerto fue kafkiana, cuando el
empleado de la puerta de embarque le impidió a mi mujer acceder al avión con
nuestra hija de 4 años, porque ésta no
tenía D.N.I. No lo tenía y todavía no lo tiene porque la legislación española
no lo requiere hasta los 14 años. La niña iba identificada con el Libro de
Familia, cumpliendo las normas de seguridad aeronáuticas que rigen en nuestro
país.
Nuestros esfuerzos fueron vanos, incluso con la intervención
de la Policía y la Guardia Civil intentando convencer al empleado de que
nuestra situación era correcta y la
documentación de la pequeña estaba en regla. Todo fue inútil. Nos
dejaron en tierra. No hace falta explicar nuestra desesperación, encontrándonos
en una isla, con todos los vuelos llenos por ser final de las vacaciones.
Llegamos a nuestra casa después de un periplo de más de 15 horas, que nos llevó
a hacer escala en Málaga.
Decidimos reclamar esta absurda e injusta situación y casi un año y medio
después, la compañía llegó a un acuerdo con nosotros pagando todos los gastos
originados, así como indemnizándonos por los perjuicios causados, para evitar que les
lleváramos ante los Tribunales.
Después de este incidente conocí numerosos casos de abuso similares al mío, o desmanes
con el peso de las maletas, o pérdida de la tarjeta de embarque. En fin,
cualquier idea que en una compañía seria se consideraría descabellada en ésta
se acepta como válida y sirve para maltratar al pasajero y ganar dinero a costa
de lo que sea.
Pero lo que me mueve a escribir hoy va más allá. No, no
penséis que me he aficionado a los posters de chicas ligeras de ropa. No es un
posado dirigido a cierto público masculino. Es simplemente la última campaña de
la insigne Ryan Air que “sugiere” o “anima” a sus azafatas a posar de esta
guisa para animar el consumo, para decidir a un mayor número de hombres a
viajar en esos aviones y tal vez encontrar a una azafata así.
Y me pregunto ¿“qué será lo próximo”? ¿Un streap tease del piloto? ¿Algún número
porno de la tripulación? ¿Dónde está el límite?
Esta empresa no respeta a sus clientes (es la compañía que
acumula un mayor número de demandas y reclamaciones), pero tampoco respeta a
sus empleados. Hasta dónde van a llegar? Y ¿hasta dónde se lo van a permitir
las autoridades españolas? Se vulneran
las normas con total impunidad, los pasajeros se ven obligados a hacer engorrosos
trámites para recuperar su dignidad.
Dignidad, esa es la palabra que desconocen los gestores de
esta organización. Personalmente no me molesta en absoluto ver esas imágenes;
recuerdo ahora el caso de varios grupos de mujeres que posaron de forma similar
con loables objetivos, recaudar dinero para un fin benéfico o el más reciente
de unas madres para financiar el autobús que llevaba a sus hijos al colegio.
Bravo por ellas!
Lo que me parece altamente reprobable es utilizar esas
fotografías con la única finalidad de ganar dinero, como sea, sin importar algo
tan sagrado como la dignidad y el honor de los trabajadores, que se debería de
preservar por encima de todo. En algunos aspectos parece que hemos retrocedido
a tiempos de desagradable recuerdo donde había que “tragar” con cualquier abuso
por parte del empresario.
En este blog he hablado en ocasiones de la necesidad de innovación, de recurrir a la creatividad, de
hacer las cosas de forma diferente.
Pero, no me estaba refiriendo a estos zafios y burdos gestos de pésimo gusto y poco respeto hacia las
personas que día a día se ganan el sustento con dignidad y honor.
Juan F. Bueno