30 abril 2013

Fuerza, pasion y falta de profesion.

Posted by Juan bueno On martes, abril 30, 2013 2 comments
Este fin de semana disfruté de un tranquilo domingo con mi mujer, fuimos a ver el musical flamenco Carmen y después tomamos algo en una cafetería. Hasta aquí todo normal. Pero debo reconocer ante vosotros, seguidores y algunos amigos, que mi trayectoria de más de tres décadas en la Dirección de Recursos Humanos de varias Empresas me está pasando factura. Para bien y para mal. Porque no puedo evitar proyectar algunas de mis vivencias cotidianas desde esa óptica de analista y gestor de personas.
 

 
¿Qué quiero decir con esto? Disfruté del espectáculo flamenco y mucho, y si hay alguna imagen que pueda asociar con lo visto es la fuerza, la garra, la pasión que desborda la obra y sus personajes, extrema, desgarrada, pero inevitablemente enardecida. Esa particularidad mía de apasionado de los Recursos Humanos (un malintencionado amigo mío habla de “recortes humanos”) me hacía pensar que esos atributos faltan hoy a nuestro alrededor, me cuesta encontrarlos en nuestra cotidianidad empresarial.

Sí, echo de menos cierto ardor, ímpetu, furia (en positivo), o sea muchas ganas, y ya lo dije antes, pasión. Así, escrito en rojo. Por lo tanto, creo que falta ilusión, alegría, esperanza ante los proyectos. Y estos no tienen por qué ser grandes empresas ni complicadas puestas en escena. Lo que hace falta es la emoción en cada cosa que hacemos, en cada tarea de nuestro entorno laboral.

Pasión a raudales. Toneladas de pasión  (si esa fuera su unidad de medida). Aprecio a mi alrededor cierta apatía que me entristece profundamente porque es mala consejera para ver la luz, esa que esperamos todos ver al final del túnel en el que nos encontramos inmersos. Creo que es imposible alcanzar el éxito si no se siente una gran pasión por el propio trabajo. ¿No os resulta difícil pensar en grandes triunfadores que no disfrutan enormemente con lo que hacen?

La llegada al teatro para ver el espectáculo fue un poco accidentada. La acomodadora se confundió en la numeración de las filas y nos sentó en el sitio equivocado, de modo que pasado un rato llegaron los ocupantes de esas butacas. La señorita muy amablemente nos indicó nuestro lugar que también estaba ocupado. En fin, resultaba cómico ver a los espectadores intentado arreglar el desaguisado. Era un "tetrix" humano.

Y este gestor de personas que soy yo, no pudo abstraerse de ese pensamiento que ya he compartido en otras ocasiones con vosotros, "es imprescindible que el personal esté adecuadamente formado, preparado para hacer su trabajo". No hace falta que exponga por qué. El teatro estaba lleno, sobre todo  de extranjeros, que observaban atónitos  el revuelo formado.

Un amigo mío, poco cultivado, pero lleno de sabiduría me decía “Juan, aquí lo que falta es profesión”.
 
Cuando salimos del teatro, decidimos entrar en una cafetería, una prestigiosa cadena francesa, para tomar algo. El camarero nos atendió con desgana, tras insistir mi mujer en dos ocasiones, dada nuestra condición de invisibles (¿cuantas veces os habéis sentido invisibles ante un camarero?). Pedimos un café y un té. Al cabo de más de un cuarto de hora llegó otro camarero (sonriente, pero más despistado que el anterior) con dos cafés. El primer camarero se había equivocado con nuestras consumiciones. ¡Hum me pregunto que hubiera ocurrido si la comanda hubiera sido "lenguado en papillote con salsa bordelaise y la paupiette al punto con reducción de Pedro Ximenez"! El camarero corrió raudo a cambiar el café por un té para mi mujer. Ella es una mujer optimista por naturaleza y, desafiando el entorno, se animó a  pedir una tartaleta de manzana para compartir.

La secuencia, va como sigue: yo me tomo el café, cuando llega el té de mi mujer han pasado veinte minutos (supongo que Ceylan queda lejos) y cuando ambos habíamos acabado llegó la deliciosa tarta.

Los dos camareros eran jóvenes aunque parecían llevar una pesada carga a sus espaldas teniendo en cuenta la velocidad a la que se movían. Sonreían casi sin sentido, porque… apenas hablaban español. Ay desolador!

Eran estudiantes de Erasmus a los que les pagarán una miseria, pero mientras ellos practican el idioma, y resultan baratos porque gracias a su beca, ya tienen sus coberturas. Mientras la cadena francesa (dicen que venden calidad) apuesta por lo contrario: mal servicio, carente de todo orden, pero eso sí, a precios que casi triplican los de una cafetería normal.

Un amigo mío, poco cultivado, pero lleno de sabiduría me decía “Juan, aquí lo que falta es profesión”.

Por eso os decía al principio de este post, que mi profesión me condiciona a veces para mal. No puedo pasar  una tarde de flamenco y merienda sin más reflexión, sin sacar conclusiones.

Siempre he sido un ferviente defensor de la formación, de la correcta capacitación de los empleados en su puesto de trabajo. Y la realidad me da la razón de forma obstinada. El domingo había acabado.

El lunes  por la mañana me dirijo a una oficina de la Seguridad Social en la que tras sacar el número correspondiente e intentar hacer el trámite yo mismo en un ordenador que no funcionaba, me atiende una funcionaria. Muy amablemente me da una hoja de instrucciones que hay que seguir para que “usted desde su casa se prepare el certificado”.

Cuando manifesté mi sorpresa por esa respuesta de “hágalo usted mismo” me conminaron amablemente a seguir las instrucciones y si tiene alguna dificultad “entonces vuelva por aquí otro día”.

Y claro, ese dichoso gestor de personas que tiene más de tres décadas a sus espaldas, se pregunta, “si la mayoría de las gestiones las tenemos que hacer los ciudadanos – contribuyentes ¿no sobrará algún funcionario”? (y esto lo digo sin ninguna acritud, que sé lo que está sufriendo este colectivo en sus propias carnes con las reducciones de sueldo y pagas extras y sin la cobertura de vacantes) 

Eso sí, todo me lo dijeron con una sonrisa, con mucha amabilidad, aunque eficacia…. Cero. La acomodadora, el camarero, la funcionaria…. Y no quiero caer en ningún tópico sobre los funcionarios: he conocido muchos empleados absolutamente involucrados, no solo en la Administración pública, sino también  en la Empresa privada.

Lo dicho, falta un poco de pasión y un mucho de ganas.

Ay que ver qué visionario aquél amigo mío que me decía: “Juan, aquí lo que falta es profesión”.

Juan F. Bueno


 

Suscríbete al Blog



contador de visitas
Contador de visitas