19 abril 2013

Todo necio confunde valor y precio

Posted by Juan bueno On viernes, abril 19, 2013 5 comments
Decía Antonio Machado que “Todo necio confunde valor y precio”.
 
 

Esta frase me parece una verdad como una catedral. Las cosas importantes de la vida, las intangibles, no tienen precio. Al menos económico y valorable. Y menos mal que es así porque si no, los ricos tendrían acceso a todas las experiencias maravillosas de la vida y los demás nos quedaríamos al margen.

Es cierto que muchas cosas materiales se alcanzan con más facilidad con dinero, pero no es menos cierto que esos elementos que hacen nuestra vida más auténtica no se compran. La familia, la salud, una palabra amiga, un gesto de consuelo cuando estamos mal, una llamada de alguien querido, no son valorables en dinero y su valor es incalculable.

Estamos viviendo en una sociedad que trata de alterar algunos de estos principios, para mí básicos. Todos conocemos algún caso de personas que deciden acudir a otros países a gastar auténticas fortunas en tratamientos médicos, despreciando una de las mejores sanidades del mundo, como es la nuestra. Sin embargo también conocemos los resultados, a veces dudosos, de esos viajes hacia lo desesperado. Porque no siempre el dinero garantiza la salud.
 
 

Y del mismo modo también sabemos de historias de amor, que más tienen que ver con la cuenta corriente y el estatus que proporcionan, que con auténticos sentimientos de cariño y entrega. Porque no siempre el dinero garantiza el amor.

El valor de los pilares de nuestra vida no parece tener asignada una cuantía monetaria. Y si la tiene, en ocasiones, es tan baja que nos pasa desapercibida. A menudo lo que contribuye a nuestra felicidad o al bienestar son cosas poco perceptibles: la sonrisa de tu hijo cuando le vas a buscar al cole; la mirada de agradecimiento de tu madre cuando la llevas de paseo; la palmada de un amigo que te ha sentido cerca…. Y esas sensaciones ni tienen precio ni admiten rebajas o descuentos. Porque no siempre el dinero garantiza la felicidad.

Ni siquiera en aspectos más mercantilistas, como puede ser la educación. No puedo negar que disponer de una cartera saneada abre posibilidades para ir a estudiar al extranjero, o hacer un máster en una escuela prestigiosa (lamentablemente ese adjetivo va unido al de “cara”), pero también hay personas que lo logran mientras estudian y trabajan. O se especializan en la enseñanza pública, sin necesidad de pagar fortunas, que a veces son difícilmente justificables. Porque no siempre el dinero garantiza la mejor formación.

El precio es el importe  que hay que pagar por un producto y el valor es el beneficio que nos va a reportar.
 

Sirva esta reflexión para pensar en nuestro mercado inmobiliario de los últimos años. ¿hemos pagado el precio de las casas en relación a su valor, o nos hemos vuelto locos y ha saltado por los aires cualquier relación lógica entre ambos principios?

El mercado reventó y nos llevó por delante. Creíamos haber encontrado la gallina de los huevos de oro, adjudicando a las viviendas precios desorbitados sin correspondencia con su valor.
 
Y este disparate nos ha pasado factura. Claro, ha sido inevitable. Tal vez tengamos que rebobinar y hacer el ejercicio de pensar cuáles son las cosas que valen dinero y cuáles las que tienen poco coste y sobre todo, las que nos generan valor.

Acabo con otra frase que decía el multimillonario griego Aristóteles Onassis: “el dinero no da la felicidad, pero calma los nervios”.

Lo dicho: Cada cual que lo medite y le dé el valor que le merezca.

Juan F. Bueno

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