Hace unos días he tenido la ocasión de hablar con algunos amigos con los que hacía tiempo no hablaba.
En una de esas conversaciones que se tienen tranquilas, aprovechando que el resto de las personas están en otro sitio preparando cosas, uno de mis amigos después de una serie de anécdotas familiares y sin venir muy bien a nada en concreto me dijo esto: “Sabes que llevo pagando por una situación más de lo que a veces me parece justo.”
Al principio creí que el pago era en euros de alguna hipoteca o cosa así. Pero la prudencia me hizo en ese momento no hablar y permitir que siguiera, así evité cometer un error y dejarle contar algo que me pareció necesitaba en ese momento.
“¿Y eso?", le dije. Me miró con esa sonrisa de resignación que no tiene nada de divertida y continuó hablando despacio y con voz susurrante. “No me gusta que haya perro en casa, y las maniobras que durante años ha intentado para colarme uno en la nuestra, he sido capaz de...”
Y se calló dirigiendo la mirada como buscando a alguien; y tras otros segundos de silencio le ayudé a seguir. “¿Has sido capaz de..?" Le dije. “De hacer que no llegara el candidato-perro; pero este otoño, ya sabes que hubo una situación bastante crítica entre los dos, porque no le gustaba lo de tu amiga y mía, y ya sabes como se pone, tuve que aguantar gritos, histerias, llantos, amenazas, críticas de mis errores, de mi forma de ser; lo publicitó a su familia, me sentí a veces espiado y humillado delante de los niños...”
Yo solo le miraba con cariño y asentía aunque no conocía bien que había pasado ese otoño, y no me atreví a indagar mucho más, pero parecía que la ocasión, le hacía revivir emociones que salían como una fuente frente a la otra fuente de pastas que estabamos degustando.
“Creo que nunca ha tenido en cuenta lo que yo siento y quiero, nunca me ha preguntado los por qués ni los para qués, ha sido como una carrera a través de la crítica para doblegarme. Lo que parecía que eran defectos que le parecían atractivos al principio se han convertido en el caldo de cultivo de la persecución y el desprestigio público. Desde el otoño, llevo pagando una y otra vez cosas, que cada día me convierten más en un deudor y vasallo, y ella en una mártir a la que tengo que compensar”
No dije más que un :¡vaya!, lo que le facilitó seguir hablando mientras masticaba una pasta de limón.
“Así que tenemos un perro en casa que entró con la promesa de que se iría tras dos o tres días al campo de nuevo y con su dueño, pero que se ha instalado definitivamente. He dicho que no salga de la terraza, pero ya va por la cocina y supongo que en dos meses entrará en nuestra habitación”.
"¿Y te sientes bien aceptando que tienes una deuda por la que pagar?", le dije.
Me miró y movió la cabeza negando la mayor.
Fijé mi mirada en la suya y mostrándole todo mi cariño, le comenté. "Verás, creo que deberías ver una escena de la película Agosto. La de la pareja compuesta por el cuñado y hermana de la protagonista (Chris Cooper y Margo Martindale), que tras una actitud de falta de respeto permanente por parte de ella, su marido se atreve a decirle que si bien llevan 37 años juntos y la ama como nunca ha querido a una mujer, si no muestra mayor respeto por él y sus cosas y mayor generosidad en aceptar eso, probablemente no llegarán a cumplir los 38 años de casados. Es una escena preciosa," le dije, porque si importante es la escena en si misma, la forma en como termina cuando Chris Cooper sale del porche y se queda en el jardín fumando un cigarrillo y meditando, da la clave de cómo se resuelven algunas relaciones.
Creo que es muy importante decirle al otro un basta a tiempo, nunca se debe tolerar la falta de respeto, una pareja puede no amarse para vivir junta pero es imprescindible respetarse y aceptar tal como es y lo quiere el otro.
En ese momento llegó más gente a donde estábamos sentados, y se terminó la conversación.
Hay personas que nada más iniciar la relación con su futura pareja, ya están pensando en cómo manipular, presionar y cambiar aquello que desean que hagan.
Y nada más iniciar la convivencia, se pasan la vida en común, queriendo cambiar y que acepten sus deseos, casi siempre con la intención de doblegar la forma de ser del otro, con la excusa de mejorar su condición de vida.
Es verdad que podemos aportar sugerencias positivas al otro, fruto de nuestra experiencia, pero no hay pareja que sobreviva sin tener establecido el proceso de respeto, y de permitirle tomarse el tiempo necesario para decidir si incorpora o no nuestra sugerencia. Porque cuando nos convertimos en personas perseguidoras del otro a través del sermón, la crítica, y el juicio constante, corremos el riesgo que esa misma sugerencia nos lleve a distanciarnos, a enfriarnos y hasta crear un resentimiento que nos impulse a agredirnos de alguna manera, y socavar el cariño y terminar sin reconocerse el uno y el otro.
Para que una pareja perdure:
- No hagas comentarios hirientes: Cuando estás enfadado dices cosas que puede que te arrepientas cuando te calmes. Conoces mucho al otro, no uses ese conocimiento para herir aún más.
- Piensa antes de hablar: Pregúntate siempre antes de hacerle una observación a tu pareja si vas a ayudarle de alguna manera con ella. Luego encuentra el mejor momento y las palabras adecuadas para que reciba tu observación no como una crítica más, dirigida a descalificarle o a bajar su autoestima.
- Pide disculpas inmediatamente: Cualquier esfuerzo a mejorar la situación tiene beneficios.
- Reconoce lo positivo en público y en privado: Comienza a reconocer lo bueno que tiene y que hace. Evita decir “tú nunca” o “tú siempre” especialmente para referirte a sus errores o a lo que no te gusta.
- Sé discreto: No dejes que otros intervengan en las valoraciones de vuestras conductas, solo un profesional puede hacerlo.
Sirva este artículo para que cada uno reflexione sobre pagos y deudas en las parejas.
Por cierto, tengo que llamar un día a mi amigo, e intentaré escuchar bien los ruidos de fondo, por si hay o no ladridos.
Mila Guerrero
Psicóloga Clínica