Las noticias nos cuentan, de forma insistente, algunas novedades bastante descorazonadoras, la verdad. A saber: Una Empresa española gana un concurso de innovación para fabricar 11.000 bicicletas para una Empresa de Dinamarca, pero nuestros inventores no consiguen la financiación necesaria en nuestro país, ante la indiferencia de los bancos. Resultado: La idea se ha vendido a Alemania, donde se fabricarán.
Un joven físico español no consigue la beca Ramón y Cajal que le permitiría volver a investigar en nuestro país porque su c.v. no es lo suficientemente bueno. Resultado: El mismo día recibe el Premio como mejor joven Físico Europeo.
Si no fuera por lo duro del tema, hasta podría resultar cómica la razón alegada por la comisión que juzgaba las peticiones: Afirmaba que el joven Diego Martínez no tiene “liderazgo científico”. Martínez ha trabajado en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) de Ginebra y ahora lo hace para el Instituto de Física de Partículas de Holanda (Nikhef).
La última noticia (mañana habrá más) es la de la joven española que participó en la investigación sobre células madre. Nuria se fue de España al ser despedida en el ERE del Instituto Príncipe Felipe de Valencia. Ahora trabaja en Estados Unidos, con una trayectoria brillante.
Esto, a mi me provoca una enorme tristeza. Supongo que al resto de mis conciudadanos, también lo hará. Hoy también podemos leer en la prensa que el año pasado emigraron a Alemania más de 12.000 españoles.
La situación sería aceptable, si nuestros compatriotas salen a buscar fuera una mejora de las condiciones laborales. Pero, lo que realmente salen a buscar es la oportunidad de poder trabajar. Oportunidad que aquí se les niega. Natural y humano. Siempre ha sido así. España fue durante décadas país de emigrantes que incluso cruzaban el charco tras nuevas oportunidades. Y también durante años nuestro país acogió a miles de personas que encontraban aquí las esperanzas que no existían en sus lugares de origen. Eso era así y todos, tanto los países que generaban mano de obra, como los que la recibían, lo entendían como un proceso, que dentro de los límites normales, era manejable.
Pero ahora asistimos a un fenómeno distinto, que me resulta hasta cruel, si me permitís la palabra. Me niego a creer que estamos exportando talento. Lo estamos machacando, aniquilando y lo que es peor, lo hacemos de forma impune. Porque esos investigadores que están fuera, manifiestan su deseo de volver a su país, a su casa, pero dicen que es imposible en la situación actual.
Desde el punto de vista de su formación y experiencia, estas etapas que se viven en el extranjero, son valiosísimas, porque se atesora una cantidad de conocimientos y prácticas que, sin duda alguna, redundan en las habilidades y maestría de esos profesionales. Sin embargo, mientras estas personas amplían fuera sus aprendizajes y logran éxitos como los mencionados, aquí se nos produce un auténtico agujero. Mejor dicho, un pozo. Oscuro y lúgubre que nos situará a la cola de la investigación internacional y del progreso. Y no por falta de profesionales cualificados. No. Los tenemos y además tienen muchas ganas de trabajar, de luchar, de crecer. Y de no irse de su país. Pero se ven empujados a hacerlo.
Como decía uno de ellos en una entrevista “me apasiona la investigación, pero tengo que comer todos los días”.
Se van sobre todo, personas jóvenes muy cualificadas. Con grandes capacidades, mentes bien preparadas que se ponen al servicio de otros países, porque en el suyo (que les ha fallado) además falla casi todo: Los sueldos y las oportunidades; la seguridad y la investigación. Por eso hablamos de un tipo de emigración diferente al de nuestros abuelos y bisabuelos que se iban con la cabeza y el corazón (y una maleta de cartón atada con cuerdas) pero indudablemente con muchas menos competencias y preparación que la de estos nuestros jóvenes de ahora. Y esto es lo lamentable. Tan respetuosa es una emigración como otra. Durísimo tener que irse. Pero es que en este caso, todo ese talento que se escabulle, es imprescindible para alcanzar la tan mencionada competitividad que necesitamos para salir de la crisis. Todo ese talento que se evapora, es capacidad que tenemos que restar mientras otros países con los que tenemos que competir, lo sumarán.
Esto significa que las neuronas de nuestros profesionales están en plena forma y dan resultados, pero lo hacen lejos de casa. Lejos del país que les ha proporcionado la formación necesaria. Sin el necesario apoyo financiero, la fuga de cerebros que parecía propia de Rusia por sus pésimas condiciones económicas, la tenemos aquí, en casa. Y lo que me temo es que esto no ha hecho más que empezar.
Por favor. Nuria, Diego, Pepe, Luis, María, aprended mucho y volved pronto. Sois el resquicio que nos queda para colarnos en la carrera de la competitividad.
Juan F. Bueno
Juan F. Bueno
Muy interesante, cierto y, a la vez, triste que tanto talento tenga que irse de nuestro país por falta de oportunidades. Deberíamos buscar la manera de retener a todo este talento que se nos va, ¡lo necesitamos! ¡Entre todos podemos salir adelante, pero si no nos unimos y sólo competimos y encima miramos exclusivamente por nosotros mismos... no habrá forma de detectar ni de retener al talento, pues así estamos "ciegos" ante el mundo mirando sólo hacia nuestro ombligo y pensando en cómo salvar éste mientras la solución se nos va yendo... ¡Creemos sinergias y afrontemos la situación! (y cuando digo "mirarse al ombligo" no me refiero a las personas que se van, que eso es pura supervivencia, si no a las personas que son incapaces de reconocer y retener el talento de otros porque sólo tienen ojos para sí mismos. ¡Un saludo y gracias por el artículo!
ResponderEliminarMuchas gracias, María por tu comentario. Certero y directo. La verdad es que a lo largo de los tiempos España no se ha distinguido precisamente por saber retener el talento. La fuga de inventores se viene produciendo desde siempre. Es cierto que en estos tiempos es cuanto más falta nos hacen, porque para salir de esta situación, solo lo haremos si somos capaces de diseñar nuevos modelos, nuevos entornos, nuevas maneras de hacer las cosas y para eso hace falta ingenio.
ResponderEliminarUn saludo