02 mayo 2013

DESPACITO Y BUENA LETRA

Posted by Juan bueno On jueves, mayo 02, 2013 No comments
Estoy pasando el puente con mi familia en Galicia, viajamos ayer y después de más de 600 kms. de carretera, llegamos a la casa familiar, en el extremo más meridional de esta comunidad. El tiempo es muy agradable, luce el sol y la temperatura es suave.
 


Yo soy Madrileño de generaciones y sé valorar las cosas positivas que ofrece una gran ciudad, pero unos días de escapada a este rincón, me permite cargar las pilas, huir del stress y saborear un compás diferente.


A veces me pregunto si somos conscientes del ritmo despiadado que llevamos en las grandes urbes: somos prisioneros de horarios, a veces imposibles, con citas de una punta a otra de la ciudad, y en general el trabajo (quien es afortunado y lo tiene) a bastante distancia del domicilio.

La sinfonía de este lugar, en el que ahora me encuentro, es la del ruido lejano de algún coche que pasa (pocos, aunque estamos en la frontera con Portugal), algún vecino que saluda, las niñas que no paran de gritar y correr, disfrutando de una libertad nueva para ellas. El tiempo tiene una cadencia distinta, los días parecen ser simétricos y el tiempo no atiende a disciplinas de relojes, ni reuniones a horas intempestivas.

Despacito y buena letra es el título de este post, porque este sitio inspira poesía verde, como su paisaje. Al fondo brilla el mar y la desembocadura del Miño. El movimiento sólo responde a necesidades auténticas, nada es superfluo, ningún movimiento es innecesario. Todo responde a las fuerzas de la naturaleza que lo largo de miles de años ha permanecido inalterable.

Este remanso de paz facilita hacer un análisis más relajado, con una óptica distinta y desde una perspectiva más entrañable.

Comemos merluza recién pescada, insultantemente fresca, y a unos precios con los que en Madrid no pagamos ni los huevos. Los sabores tienen otra intensidad, otros matices.

Alrededor hay un montón de fiestas con origen en la degustación de productos típicos de la zona, la fiesta del pez espada, la del vino del rosal, la de la lamprea... Cualquier excusa es buena para festejar algo en torno a la comida. Los gallegos no son un pueblo precisamente alegre, pero se crecen en torno a un plato bien cocinado y entonando algunas de esas nostálgicas canciones gallegas que son capaces de sumir en la más profunda de las morriñas al más avezado optimista.

Decía Machado (hombre de sentimientos muy arraigados a su tierra y a las cosas sencillas, pero no exentas de valor ) que “el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”.

Como os decía, aquí las prisas es un concepto que explican los que vienen de la capital y el stress es una palabreja que afecta a los señoritos un poco pusilánimes que viven en el centro.

Desde este recodo de ancestros celtas, escribir se convierte en una pequeña burla a la tranquilidad, y un desafío a la técnica. Tengo que ir a un bar próximo para poder conectarme y enviar el post.
 
Pero me saludan, me llaman por mi nombre y me tomo un café delicioso que cuesta un euro (¿os acordáis de los precios de los que hablaba Zapatero?), pues aquí son reales. Aprovechando mi visita al bar para conectarme, mi mujer me pide que compre el bizcocho casero que desayunamos (hecho con los huevos de casa, claro).

Por eso, recuerdo esos placeres sencillos y a la vez auténticos, que rememoraba Machado sobre su tierra. Este no es mi lugar de nacimiento pero me siento aquí como pez en el agua.

Incluso me permito escribir lentamente, no hay horario, el bar cierra muy tarde y además me tomaré, si me apetece, un trozo de empanada y un chupito de aguardiente "blanca", cuando vaya a publicar el post.
 
El dueño me mira sorprendido cuando ve lo que hago, “estos de la capital siempre andan acelerados”, dice con un marcado acento gallego, mientras me trae otra ración de empanada.

Humm al menos hasta el domingo, “despacito y buena letra”.

 
Juan F. Bueno

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