¿Qué relación existe entre nuestros pensamientos y el lenguaje? Pensamos lo que decimos o decimos lo que pensamos?
El pensamiento es una capacidad propia y exclusiva del ser humano. Y esa capacidad es la que nos permite expresar las ideas categorizándolas a través de conceptos.
El pensamiento es una capacidad propia y exclusiva del ser humano. Y esa capacidad es la que nos permite expresar las ideas categorizándolas a través de conceptos.
Así hacemos nuestra propia interpretación del mundo y de la realidad. Esta no es única, es simplemente la que creamos a través de nuestros ojos. Buena parte de los conflictos y las dificultades que se plantean en las relaciones humanas se deben a nuestra voluntad (a veces inconsciente de imponer esa realidad filtrada, a los demás). Pero ése es un tema tan amplio que será objeto de otros artículos.
A través del lenguaje expresamos nuestros pensamientos: nos sirve para pedir, ofertar, juzgar, reclamar, describir… sin duda se trata de otro aspecto esencial en nuestro desarrollo. El lenguaje está claramente relacionado con la adquisición de muchos de nuestros conocimientos, desde la más tierna infancia y a lo largo de toda nuestra vida adulta.
El lenguaje es, en definitiva, el código o sistema que los humanos utilizamos para expresar nuestras ideas o sentimientos. El lenguaje materializa nuestro pensamiento y lo hace concreto.
Un amigo me decía hace poco: “cuidado, el lenguaje nunca es inocente!”. Tal vez os estéis preguntando por qué escribo ahora sobre este tema. Mi inspiración viene por una noticia luctuosa, la del fallecimiento de una mujer, Margaret Thatcher, la que fuera Primera Ministra británica, la llamada “Dama de Hierro”. Se ganó el sobrenombre por la dureza con la que reprimió la huelga de mineros o la firmeza con la que dirigió el conflicto de las Malvinas, cuando fueron invadidas por Argentina en 1982, así como por su implacable gestión, junto con Ronald Reagan, que fue decisiva para la caída del comunismo en la extinta Unión Soviética.
Volviendo al tema del lenguaje y pensamiento me viene a la cabeza esta mujer, ya que al margen de consideraciones políticas, fue desde luego una líder de primer orden.
Analicemos la relación entre pensamiento y lenguaje en el caso de esta dirigente. Si ojeáis las declaraciones a la prensa que hizo en su día, algunos de sus discursos o de sus intervenciones televisivas podéis comprobar que la firmeza absoluta era su característica más remarcable. Ni un atisbo de duda, ni un titubeo. La solidez de sus pensamientos inspiraba una conversación sin asomo de incertidumbre; en ella se apreciaba tenacidad, perseverancia, a veces incluso dureza o frialdad, decían sus detractores.
Mi respeto por ella no era tanto político sino conceptual. Me explico: no valoro sus decisiones políticas, no entro en ese tema. Lo que aprecio es la coherencia de sus planteamientos. No dudo que sus decisiones eran en ocasiones muy discutidas con sus colaboradores antes de hacerse públicas, y a veces incluso muy contestadas dentro de su propio partido, pero cuando las hacía suyas las manifestaba con una enorme cohesión; traslucía claramente la relación entre su pensamiento y su lenguaje; entre la idea y su expresión.
Y es ése el aspecto que me parece admirable de ella y tan escaso ahora, 30 años después. Porque miro a mi alrededor y sólo veo políticos sin fuelle, que mienten más que hablan, que ni piensan lo que dicen (sólo son despreciablemente correctos) ni dicen lo que piensan (están más preocupados por el impacto que eso tendría en su propia imagen).
Esta mujer, que fue pura energía y tesón, que hacía temblar a sus adversarios cuando hablaba, se perdió en la oscuridad de la demencia senil y el Alzheimer. Olvidó poca poco la correlación entre lo que decía y lo que pensaba y al revés. Qué cruel.
La vida le quiso arrebatar al final aquello que tanto la caracterizó: lo razonado de su discurso, la firmeza de sus palabras, la garra de su mirada. Se convirtió en una anciana desvalida y vacilante. Es curioso, como muchos de nuestros políticos actuales. Lo malo es que la mayoría de ellos no tendrán un periodo glorioso de coherencia entre pensamiento y expresión como lo tuvo ella.
Descansa en paz baronesa Thatcher. Probablemente te encuentres en tu viaje con Sara, con nuestra Sara, que con un puro en la boca estará cantando aquél famoso cuplé: ”fumando espero….”
Sea cuál sea el lugar al que vais ambas ya nada será igual cuando una tome el té de las cinco y la otra prepare sus huevos con ajo, a la manchega.
Adiós Margaret, adiós Sara.
Juan F. Bueno
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