“Ninguno de nosotros es tan inteligente como todos nosotros juntos”
(Ken Blanchard)
A lo largo de varias décadas de profesión todavía no he encontrado a ninguna persona que afirme que nole gusta trabajar en equipo. En entrevistas de selección, en planes de desarrollo o en diagnósticos de necesidades formativas, todos afirmamos con rotundidad que nos gusta hacerlo: compartir, colaborar y trabajar juntos por una meta común. Idílico. Positivo. Incluso transformador.
Pero la realidad suele ser tozuda y la práctica nos demuestra que trabajar en equipo es de las acciones más complejas que desarrollamos en nuestra faceta profesional.
Francamente complicado. Pero nadie es capaz de reconocer que le cuesta y que, en muchas ocasiones, le gustaría trabajar en silencio, sin nadie alrededor, sin tener que colaborar y rendir cuentas a los demás miembros del equipo. En ocasiones esa soledad es reconfortante y más llevadera. Pero, repito, no lo queremos reconocer porque no deseamos ser tachados de anti sociales, poco cooperadores y nada generosos. Al contrario, deseamos proyectar una imagen idílica, de un equipo cohesionado (todos a una), que vencen juntos las dificultades, y celebran juntos los logros. Todo sonrisas.
Lo primero que tenemos que entender es que el trabajo en equipo es un acto de generosidad y de renuncia propia ya que aunaremos nuestros esfuerzos por la consecución de un bien u objetivo común, y perderemos parte de nuestro protagonismo individual en aras del éxito del equipo. Cuando se juntan personas con distintas competencias, conocimientos diversos y trayectorias particulares y se fijan una meta común aparece entonces el concepto de sinergia, como la unión o suma de energías constructivas. Y el resultado se suele traducir en un aumento de la productividad y un mejor resultado. Pero es un camino que no está exento de obstáculos, y reconocer que existen nos hará estar mejor preparados para afrontarlos.
¿Qué tenemos que hacer para que las cosas funcionen? Cuidar los aspectos humanos y personales, porque detrás de ese equipo profesional hay personas, seres humanos que desarrollan juntos sus actividades laborales pero parten de distintas motivaciones, gestionan mejor o peor sus emociones o viven sus dificultades de una manera distinta.
La primera clave es la comunicación. Como proceso de interacción humana es complejo porque intervienen muchos elementos y algunos escapan a nuestro control (la predisposición del receptor, sus propias barreras, el medio elegido). Por eso es necesario que la comunicación sea clara y precisa, que se aleje de prejuicios o recelos.
Hay que practicar la escucha activa hacia los demás: no solo oír, sino escuchar y hacerlo con una predisposición positiva y un talante abierto. Sólo así se sentarán las bases para crear unas relaciones sanas, flexibles y felices.
La segunda es establecer los roles con claridad. Es preciso determinar qué hace cada uno, asignar las tareas, los tiempos y si fuera necesario los recursos y confiar en que los demás miembros del equipo cumplirán con su parte de lo acordado. La falta de cumplimiento de los objetivos puede comprometer los resultados del equipo y producir un daño enorme que es la pérdida de confianza.
La tercera es compartir. Poner en común conocimientos, destrezas o vivencias enriquece a todo el equipo, favorece una toma de decisiones más rica e interesante.
Estamos en la era de la globalización, de la cooperación, del aprendizaje colaborativo.
No lo estropeemos por falsos sentidos de la propiedad. Aquello que voy a compartir probablemente me volverá aumentado.
La cuarta afrontar los conflictos desde la tolerancia. Sería muy infantil pensar que la vida de un equipo de trabajo no pasa por distintas fases y prácticamente en todas pueden surgir conflictos, pequeñas o grandes diferencias de criterio, formas opuestas de ver los temas. El conflicto es inherente al equipo. ¿Qué hacer entonces? Tenemos que poner en marcha estrategias para llegar a acuerdos, para ceder, para explicar nuestro criterio, para escuchar el punto de vista de los demás y para adoptar soluciones de consenso. En unas ocasiones triunfará tu idea y otras veces no lo hará.
Pero se adoptará desde el respeto, la tolerancia y la flexibilidad.
Solo así seremos un equipo: un conjunto de personas ordinarias que consiguen resultados extraordinarios.
May Ferreira