A
veces es difícil desligar la actividad de escribir en un Blog de la actualidad,
de las noticias que nos bombardean sin cesar.
El objetivo de mi Blog, es reflexionar sobre temas de Recursos Humanos, y en su mayor parte, relacionados con el mundo Empresarial, pero es casi imposible sustraerse a lo
que ocurre ahí fuera sin que ello provoque al menos una ligera cavilación. Al menos unas líneas.
Hoy
nos hemos desayunado con un gran despliegue informativo en los
juzgados de Málaga para oír la sentencia que inculpaba a Isabel Pantoja, Maite
Zaldívar y Julián Muñoz, sobre un delito de blanqueo de capitales. Algunos programas televisivos hacían el seguimiento en
directo, como si se tratara de un gran acontecimiento, con un sinfín de
periodistas acreditados.
En
el banquillo de los acusados se sentaban los tres citados y dos personas más. De ellos no hemos sabido nada. No son
noticia. No forman parte del mundo del colorín y de su identidad y sentencia condenatoria (si
es que la hubo) no se dijo ni una sola palabra. Son personajes prácticamente inexistentes. No tienen glamour. Lo digo con toda la cautela que merece el
tema. Tal vez esas personas están encantadas de permanecer en el anonimato y no
airear sus miserias delante de todo el país. Tal vez sea así, pero la
indiferencia hacia su suerte, la total ignorancia sobre su
devenir me parece cruel. Qué más da lo que les ocurra!
Las
noticias "interesantes" eran las relativas a los acusados conocidos o famosos o
permitidme la expresión, cutres. Y lo digo como sinónimo de miserable, ruin.
Porque lanzamos a las primeras páginas de los periódicos a personas que han
sido condenadas por “distraer” dinero público, obtener prebendas, blanquear
dinero… Cualquiera que sea la calificación jurídica de estos hechos, no refleja precisamente la imagen de ellos como ciudadanos ejemplares.
A
través de sus vidas vemos cantidades de dinero que a la mayoría nos parecen
inalcanzables, vidas de lujo y poder. Incluso son ejemplo de lo que se puede
llegar a conseguir cuando uno era un simple camarero (como era el caso de Julián)
o un ama de casa (palabras pronunciadas por ella misma) de Maite. Ninguno de
ellos ha de ser tenido en cuenta como comportamiento íntegro, ni son modelo de
virtudes precisamente. Qué decir de la señora folclórica!
Sin
embargo nos empeñamos en lanzarlos al estrellato una y otra vez, con un
despliegue informativo difícil de justificar. Hacemos héroes de villanos.
¿Por
qué? Bueno, esas personalidades tienen tirón. Venden mucho, dan audiencia,
tienen seguidores y seguro que generan negocio. Pero ese fundamento, no vale
para explicar el seguimiento mediático, la casi admiración que provocan.
Porque
somos un país de extremos. O les encumbramos o les derribamos,
pasamos de un extremo a otro con total naturalidad. Pero nadie parecía abatido
por la suerte que corrían el resto de los encausados. Esos, simplemente no existían, no
merecerán ni una crónica, no venden periódicos ni revistas. No son, no están, no se les espera.
Lo
peor de todo esto es que uno de los condenados, el insigne Julián, camarero venido a más,
dirigió la vida municipal de una de nuestras ciudades más turísticas. Pésima
imagen la que dimos fuera. Y menudo desfalco el que padecimos dentro!!!!!.
Las consecuencias de todo ello fue el mayor desplome del turismo exterior que, aún hoy muchos años después, seguimos padeciendo.
Aunque
tal vez la imagen más impresionante para mi retina ha sido la de la salida de
los juzgados. En ese momento ya habían desaparecido de la escena el resto de
los acusados (uno preparando su entrada inminente en prisión y la otra llorando
su suerte de ama de cada engañada) y la folclórica se dirigía hacia su coche.
En ese momento rodeada por numerosos miembros de las fuerzas de orden público
se produjo una auténtica avalancha. Yo miraba con incredulidad sin saber si era
la salida de un concierto de la cantante o celebraban que “sólo” le han
impuesto una multa de más de un millón de euros, cuando se llegó a pedir más
del doble.
Fruto
de los empujones y de la algarabía la cantante se cayó al suelo y fue levantada
casi en volandas por los policías que hacían lo imposible por meterla en el
coche.
El
peso de la justicia puede ser aplastante, pero también lo puede ser el peso de los
admiradores, que la pretendían sacar en volandas. O los detractores que proferían
gritos e insultos. Ya lo he dicho, somos un país de extremos. La
moderación es para otros. Lo malo es que esas actitudes a veces exaltadas las
llevamos a otros ámbitos, el Empresarial, el cotidiano.
Revivo
de nuevo la escena y no sé si la gente que formó el tumulto lo lamentaba o lo
celebraba. Esos aspavientos no traen nada bueno, esa manifestación tan intensa
y descontrolada de sentimientos no inspira serenidad. Y en la situación actual
la templanza, la objetividad y el equilibrio me parecen piezas imprescindibles para rehacer
nuestro puzle.
Por
cierto, ¿alguien conoce la sentencia de los otros dos encausados?
Juan Bueno
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