Gracias a la afición de mi mujer por la cocina, he tenido "ocasión" de ver algunos momentos del programa Masterchef. Es, desde luego, un buen ejemplo de lo que una campaña de publicidad previa puede conseguir para el lanzamiento de un programa. Se creó mucha expectación con atractivos anuncios, mensajes misteriosos, etc. Lo menciono porque creo que a veces a los españoles nos falta ese concepto del márketing para vender nuestros productos, para contar nuestras excelencias. Aspecto éste, que nuestros vecinos franceses, por ejemplo, desarrollan a la perfección y desde hace mucho tiempo. Y si no, ¿Cómo puede explicarse el fenómeno de Beaujolais nouveau?.
El programa se anunciaba como un “talent show” que no es más que la forma elegante de presentar un programa de habilidades, de personas aficionadas a la cocina que pretenden aprender y ganar el premio final. De estos programas hay muchos y lo cierto es que ninguno capta mi atención. Saber cantar, bailar, hacer malabarismos....
Masterchef tiene un componente diferente porque se desarrolla en una cocina. Siempre he creído que ése es el lugar donde se "cuecen" las decisiones de las Empresas. Cuando viene una visita comercial o un cliente o una institución le pasamos a la sala de visitas o sala del consejo o cualquier lugar elegante en el que reunirse. No les llevamos a la cocina, pero es ahí donde se elaboran las decisiones.
Los elementos que aparecen en la cocina, lo hacen también en cualquiera de nuestras Empresas, grandes o pequeñas. Esto son: trabajo en equipo (en las pruebas de grupo) enorme competitividad (cuando se enfrentan de forma individual), retos (más o menos apasionantes y difíciles), tolerancia a la frustración (unos ganan y otros pierden), manejo del estrés (poco tiempo, dificultades sobrevenidas), conflicto (inherente a la condición humana), gestión del tiempo, planificación, de las prioridades (qué cocino primero, cuánto tiempo necesito para cada plato). Como podéis ver no falta nada. A todo ello hay que añadir todas las habilidades inherentes a la gestión de un equipo, lograr la cohesión entre sus miembros, asignar roles (cada uno hace aquello en lo que es mejor), criterios de eficiencia (utilizar los productos estrictamente necesarios para lograr el mejor plato, como se encarga de recordar siempre la presentadora), celebración de los éxitos (abrazos y alegrías), y feed back del jurado (la función de los superiores jerárquicos o de Recursos Humanos y que muchas veces nos falta en el ámbito empresarial). El más severo de todos ellos dice “te ha fallado la actitud”, “atrévete, puedes hacer más cosas”, “sigue innovando, tienes un gran potencial”.
Si trasladáis estas conversaciones se pueden producir en cualquier despacho de cualquier Empresa de nuestro país, entre un jefe y su colaborador.
Pero en el programa de esta semana, hubo una reacción que mereció las alabanzas del jurado y me dejó prendado de la escena. Una de las concursantes, una chica joven, peleaba sin cesar contra un pescado de gran tamaño al que no conseguía quitarle la piel. Después de varias intentonas la joven, visiblemente agobiada, se volvió hacia otro compañero (una de las promesas del programa) y le pidió ayuda. Éste sin atisbos de duda se abalanzó sobre el pescado y con todas sus fuerzas consiguió dejar limpio el pescado. El muchacho volvió a su puesto y siguió con la preparación de su plato. Se trataba de una prueba en la que cada concursante compite contra el resto de concursantes y además se jugaba su permanencia en el programa, y por lo tanto seguir con su sueño.
Las reseñas del programa decían “Juan Manuel gran cocinero y mejor compañero”. Por eso es como la cocina de una gran Empresa, donde a pesar de las rivalidades, hay personas solidarias, dispuestas a echarte una mano, con actitudes de fraternidad, de cooperación, actitudes responsables y cercanas que hacen que confiemos en la persona que se sienta a nuestro lado.
Y por supuesto hay rencillas y conflictos y dificultades de comunicación. Ya decía antes que eso es inherente a la condición humana. Un grupo que convive y trabaja, deberá asumir los buenos momentos, sabiendo que habrá otros no tan buenos. Hay que saber que las relaciones se erosionan a veces con el tiempo, con los elementos de presión, con el propio devenir de los equipos. Pero tan responsable y solidario como la actitud de Juan Manuel, es disponer de herramientas para gestionar esos conflictos o dificultades y querer ponerlas en práctica.
Cada semana hay un concursante menos y el cerco de la dura competencia, se va cerrando sobre ellos. Todos tienen un anhelo, pero sólo uno lo alcanzará. Todos tienen cualidades y conocimientos pero hacen falta más cosas, entre ellas una actitud adecuada y una mentalidad ganadora, fuerte, entregada.
¿y qué me decís de la creatividad y la innovación? Imprescindible esa capacidad de hacer las cosas de forma distinta, nueva, pero coherente y con sentido. ¿Cómo se puede sino preparar una ensalada de algas (era la primera vez que el concursante las tenía en sus manos) con aliño de olivas negras? ¿Cómo preparar un arroz de ortiguillas, si no se conoce a ese bicho? Decía un miembro del jurado “es la riqueza de nuestro litoral, hay de todo”. Y yo digo lo mismo, es la inmensa variedad de la casuística que se nos presenta en las Empresas. A veces trabajamos en entornos cómodos con ingredientes conocidos y lo solucionamos como hizo una de las concursantes, con unas tradicionales lentejas. Pero a veces la cocina o la Empresa, se convierte en un lugar más inseguro en el que hay que trabajar con ingredientes poco conocidos (pescado y mariscos que no habían visto nunca) (personas nuevas, jefes nuevos, de distinta cultura y nacionalidad, gente fácil o difícil, gente de paso o con vocación de durar). En definitiva, proyectos arriesgados en los que pisamos terreno desconocido y del que debemos salir airosos.
Ah y todo eso aderezado con un jurado que no nos lo va a poner fácil (jefes, compañeros, el mercado, la competencia, los precios, la sociedad en general...).
Lo dicho: Masterchef, un “talent show”, o la cocina de las Empresas.
Juan F. Bueno