11 de Abril de 2013. Artículo de: M.G.V.
Tengo la sensación que cada vez que entro en una reunión de trabajo, realmente lo que entro es a un bar de estos donde has quedado para ver si de una vez ligas, y a mi edad, que rondo los cincuenta, con una talla que supera la 44 en muchas tiendas, las probabilidades de esto último son muy, pero que muy escasas.
Trabajo en una de esas multinacionales, que cotizan en bolsa, o sea que pierden cada lunes y cada martes su valor de acción por lo de los griegos y los italianos.
Es de esas multinacionales de oficinas paisaje donde todo es inteligente: la temperatura, las puertas, los dispensadores de papel en el wc, el chorro de agua que sale para lavarte las manos después. Donde los escasos despachos que hay, sólo para directores de alto nivel, tienen las paredes de cristal trasparente. Vamos que si te llama y te sientas frente al cristal tienes que tener mucho cuidado de juntar bien las piernas o el que pasa por allí te puede ver más de lo deseado si llevas falda corta o no sabes sentarte bien.
Donde cuando te vas a reunir con algunas personas reservas la sala por internet y ésta puede estar en tu misma planta, en tres plantas más arriba o abajo, o en otro edificio a siete minutos de distancia caminando, pero que si por casualidad llueve, la empresa tiene en el hall de tu edificio un paraguas corporativo esperándote para que no llegues hecha una sopa cuando por fin entras en el otro edificio.
Sin embargo cuando llegas a la reunión, en la que casi todos siguen siendo hombres, porque son los que más se reúnen para decidir las cosas y entras tú, que ya has dejado el paraguas a la azafata en el nuevo hall, tienes que pasar de uno en uno besándoles antes de sentarte a discutir si vas a dejarles hacer tal o cual cosa, o escuchar qué es lo que quieren que tú hagas, esto último es más probable que lo primero.
Ellos han llegado, puede que hasta al mismo tiempo que tú, sin embargo se dan la mano si no se conocen o si hace mucho que no se han visto (poco probable porque se reúnen mucho) ni siquiera eso, con un “ ¡qué hay Manolo!” ya están presentados.
No importa que tú también los conozcas, que los hayas visto hace quince días con el mismo tema, debes pasar uno por uno dándoles un par de besos, uno por mejilla.
Como no me gustaba esa situación y me parecía como dije en la primera línea de bar , se me ocurrió reducir la conducta a la mitad, o sea un solo beso por persona. “Muy mal” me reprocharon,” falta de cordialidad, diagnosticaron”, es más me dijeron que a Manolo lo había dejado “a medias”, la interpretación de la frase la dejé en stand by por pudor.
Por quitar hierro a la escena dije eso de: “hasta que no se porte mejor (es que no es muy colaborativo) no hay otro, Manolo”; muy mal también, Manolo ya no me saluda, ni a la entrada ni a la salida de las reuniones en que hemos estado juntos otros días y ha dicho públicamente que ahora el que no me quiere besar es él, que he pensado yo, “mira uno que me he quitado de encima” aunque no sé si es la mejor fórmula, que es una empresa muy grande.
Después de este descalabro volví a pensar en otras estrategias de acción y pensar bien cual es mi objetivo; o sea a ver qué se me ocurría para conseguir no besar a tantos que diría mi madre.
Primero activé estirar la mano como ellos y estrecharla si hace mucho que no los veo. El resultado de esta maniobra tuvo resultados mucho peores. Ciertamente estiran el brazo para darte la mano pero con un leve tirón te acercan y te caen dos besos uno por mejilla, junto al apretón de manos. Si esta decisión la hubiera llevado a bolsa también hubiera perdido valor de acción.
La siguiente toma de decisión fue decir la verdad: “No os voy a besar hoy para saludar”; nunca debes ser tan directa, sobre todo si eres mujer, independientemente de la edad y el estado civil, mi acción en bolsa casi se desploma.
Primero entraron en un estado de estupor, “¡¡cómo!!” no entendían nada, luego pasaron a un estado de diversión,” ¡¡mira cómo es esta!!”, “¡¡a qué viene esto!!”, todavía no había empezado la reunión pero es cierto que sí estaba consiguiendo no activar los “muaks”; faltaba uno por llegar, no era Manolo menos mal, pero le advirtieron al nuevo: “ siéntate , que hoy ha decidido no besar”; aunque hubo una risa generalizada no hubo intercambio de besos, algo es algo.
No cuento cómo fue la reunión pero sí el final, cada uno de ellos se despidió acercándose con un sonoro beso en cada una de mis mejillas y hasta hubo alguna palmadita en la espalda.
Me quedé destrozada, qué mala estratega soy, lo dejo encima de la mesa por si a alguien se le ocurre qué puedo hacer.
M. G. V
M. G. V