28 diciembre 2022

Cuidadania social comunitaria para una sociedad digital avanzada

Posted by Juan bueno On miércoles, diciembre 28, 2022 No comments

 La cuidadania – parafraseando la definición de la socióloga Isabel Aler- hace referencia  a aquellas prácticas ciudadanas que cuidan nuestros vínculos, por el simple hecho de ser sociales, desde el origen de los individuos. El término trae a la actualidad una necesidad de redimensionar el lugar político, cultural y simbólico de los cuidados en la memoria colectiva y también en la cotidianidad que nos marca desde las edades más tempranas.

¿Quién no recuerda el primer abrazo después de una despedida, el silencio consolador ante la batalla perdida, o el “sí que te entiendo, aunque yo no haya pasado antes, por lo que estás pasando tú”, que tanto restituye la valía personal, y el valor de ese ser –anónimo o no- que tuvo a bien cuidarnos? Son eventos que volvemos a pasar por el corazón.

¿Con qué asociamos la palabra cuidados? Antropológicamente, cuidar es una condición de nuestro ser social. En un primer nivel –personal-  de la relación madre-criatura, es el entorno descrito por Piera Aulagnier cuando afirmó que “en cada sorbo de leche, va un sorbo de mundo”; en un segundo nivel, cuidar remite a la ciudadanía de las madres, o sea, a ese entorno próximo no materno que provee cuidados suficientes; y en el tercer nivel, el cuidado tiene que ver con el trabajo de cuidados –sí, porque implica esfuerzo, dedicación y compromiso- de toda la comunidad, de todos hacia todos en lo que a aspectos materiales, emocionales y morales se refiere y especialmente a las personas dependientes. La evolución cultural y de género ha aportado luz, especialmente a lo largo del siglo XX y hasta nuestros días, en cuanto a estas formas más colectivas del cuidado, que atañe a todas y todos.

Sin embargo, coincidiendo con Carolina del Olmo “vivimos de espaldas a la realidad de los cuidados, al hecho de que todos hemos sido niños, todos hemos estado o estaremos enfermos alguna vez y todos vamos a ser viejitos. Parece que fingiéramos que durante todo el tiempo y durante toda la vida somos individuos autónomos, sanos e independientes”; obviando –como propiedad de cada ser humano- el derecho a cuidar y ser cuidados, a amar y desear y ser amados y deseados, a lo largo de la vida como fuente de vínculos seguros generadores de la necesaria autonomía, y no a la inversa.

En medio de la inmediatez, las prisas, las relaciones precarias y el estrés, la cotidianidad nos habla de la capacidad, que habita en cada persona y que puede –o no- impulsarle a la autonomía máxima posible,  a través de prácticas que resisten la cultura del individualismo, y emergen como nuevas formas de cuidadanía: jornadas de paternidades responsables, asociaciones de madres en solitario, o de madres solteras por elección, de familiares cuidadoras y cuidadores, profesionales cuidando al cuidador, proyectos de hombres con cuidado frente a la problemática del desempleo. Estas últimas, reconociendo vulnerabilidades negadas al “sexo fuerte”, en su fragilidad existencial de hombre educado en exclusiva para ser hombre trabajador; por solo hacernos eco de algunas. Son todas, en su diversidad y extensión, formas de cuidadanía más o menos organizada.

Importa entonces recuperar para lo común, el concurso de los poderes y saberes públicos y privados. Conviene sumar el potencial individual y colectivo entre las diferentes generaciones, entre los diferentes tipos de familias, en personas con diversidad funcional que afrontan problemáticas comunes, y que hoy transitan sus vulnerabilidades particulares a nivel individual, familiar o colectivo, prácticamente de manera invisible y solitaria.

Es alentador en la deconstrucción de una ciudadanía más saludable, revisitar creativamente y a la luz de nuevas prácticas de vida, conceptos que imbriquen una relación actualizada con los cuidados, para que éstos dejen de ser expropiados, en su capacidad de vincular a las personas desde la máxima autonomía, tan necesaria como posible. Se requiere para crecer como humanos y desarrollarnos como sociedad.

Tatiana Cordero

Psicóloga

 

 

Algunas lecturas:

1. Blog Tenemos Tetas: Entrevista a Isabel Aler. http://www.tenemostetas.com/2011/10/isabel-aler-transformar-la-ciudadania.html

2. Romero, Concepción A., Aler Gay, Isabel., Olza Fernandez, Ibone. Maternidad y

Salud: Ciencia, Conciencia y Experiencia. Informes, Estudios e Investigación.

Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2012.

3. Del Olmo, Carolina. ¿Dónde está mi Tribu?: Maternidad y Crianza en una Sociedad

Individualista. - http://www.eldiario.es/sociedad/conciliacion-tomadura-pelo_0_183031958.html

27 diciembre 2022

LA VULNERABILIDAD: UNA NUEVA LACRA SOCIAL

Posted by Juan bueno On martes, diciembre 27, 2022 No comments

¿Qué significa la vulnerabilidad social? En una ocasión un alumno me respondió de forma simplista pero certera: “son los que lo están pasando mal”. Y es cierto, pero lógicamente el concepto tiene alguna vertiente más compleja. 


Por una parte, la inseguridad e indefensión que experimentan las comunidades, grupos, familias e individuos en sus condiciones de vida a consecuencia del impacto provocado por algún tipo de evento natural, económico y social de carácter traumático y , por otra, el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las comunidades, grupos, familias y personas para afrontar sus efectos. La vulnerabilidad no solo implica pobreza, sino el riesgo de caer en ella y no disponer de los medios o recursos necesarios para salir de esa situación. Además la vulnerabilidad social viene determinada por un significativo número de causas. La vulnerabilidad no siempre es la misma, en función del momento vital en el que me encuentre o el entorno en el que se desarrolla mi vida, me puedo enfrentar a unas causas u otras. Hay algunos elementos que pueden contribuir al aumento de la vulnerabilidad y que son, además, causa de preocupación social: la delincuencia juvenil, los hogares desestructurados, el aumento de la delincuencia entre géneros, o la drogadicción. 
Existen algunos elementos que pueden incidir de manera estructural en ese incremento de la vulnerabilidad como son:

La pertenencia a un determinado grupo social o etnia

La salud (discapacitados, enfermos crónicos)

La edad (ancianos con escasos recursos)

El entorno. Barrios muy empobrecidos o comunidades aisladas, con pocos servicios y, por último, zonas muy alejadas y con riesgo alto de desastres naturales.

Las situaciones de incertidumbre e inestabilidad social y económica es otro factor de empeoramiento de la vulnerabilidad. Qué decir de una situación de guerra como la que enfrenta en la actualidad a Ucrania y Rusia y que ha convertido en altamente vulnerables a personas que hasta hace poco llevaban una vida considerada como normal y estable. Las causas sobrevenidas pueden alterar profundamente estatus que parecían consolidados. Esto viene a poner de manifiesto que, en ocasiones, nuestro equilibrio es más frágil de lo que pensamos.

Todas estas condiciones que hemos mencionado se agravan o intensifican en la vejez, atrapando a las personas en una relación de desventajas múltiples respecto de la cual resulta hoy en día muy difícil escapar, uniendo inexorablemente la vulnerabilidad social de las personas mayores con la dependencia.

 

El aumento de la esperanza de vida en los países occidentales en una media de 25 años aumenta también ese riesgo al incapacitarnos para algunas de las tareas de la vida cotidiana. Por eso en muchos casos la vulnerabilidad y el incremento de la dependencia van de la mano.

Esta situación tiene una doble lectura. Por un lado, el éxito que representa vivir más y con una buena calidad de vida, pero, por el otro, un gran aumento en la población de personas con grandes dificultades, limitaciones o discapacidades, es decir, personas en situación de dependencia que van a precisar del apoyo de las administraciones públicas para hacer frente a las necesidades específicas de esa parte de su vida.  

Desde el ámbito de la discapacidad se pretende fomentar que todas las personas cuenten con los mismos derechos y que puedan ejercer en condiciones de igualdad todos los actos como el resto de la ciudadanía, pero para que este deseo se convierta en una realidad es preciso el compromiso firme de los poderes públicos. Y esa voluntad cuesta mucho dinero, hay que poner encima de la mesa una gran cantidad de recursos.

Existen diferentes modelos de protección social de la dependencia, pero la tendencia más mayoritaria en los países de la UE se orienta hacia los modelos de tipo universal. Esto significa que el acceso a las prestaciones no depende de los recursos de la persona en situación de dependencia sino de la necesidad socio-sanitaria evaluada.   

La experiencia nos demuestra que existe una estrecha relación entre dependencia y envejecimiento, ya que las limitaciones funcionales de las personas aumentan con la edad. Ese incremento se acelera de forma rotunda a partir de los 80 años, por eso en ocasiones se asocia la dependencia con el envejecimiento demográfico. La dependencia, igual que la vulnerabilidad puede aparecer en cualquier momento de la vida, pero si lo hace en la etapa en la que somos ancianos, su gravedad se dispara.

El momento de la jubilación es un período de reestructuración económica, debido a las bajas pensiones y disminución de ingresos en relación con la etapa laboral activa, especialmente en los niveles socioeconómicos más bajos, que han sobrevivido con empleos precarios y tienen mayores períodos de lagunas en sus cotizaciones previsionales. La jubilación implica una pérdida del estatus de persona activa y útil a la sociedad y puede llegar a ser un camino al aislamiento social. Y los mayores que viven solos son los más proclives a sufrir esa vulnerabilidad y dependencia sobrevenida.

En esta estructura del denominado Estado del Bienestar no podemos dejar de mirar con intensidad hacia el lado donde hay unas necesidades emergentes y, en muchos casos, graves. Porque el cuidado del dependiente no puede recaer solo en la familia (tradicionalmente en la mujer), sino que ha de ser compartido por el ámbito personal e íntimo con la ayuda y apoyo de los poderes públicos (con distintos programas y ayudas) y la sociedad civil en general, con un mayor compromiso y ejercicio de la solidaridad social. Ese es el camino.


La dependencia en España: perspectivas para 2023

Posted by Juan bueno On martes, diciembre 27, 2022 No comments

Las cifras de dependencia en España no paran de crecer, y en ello tiene un impacto claro la actual pirámide poblacional, con un claro descenso de la natalidad en un extremo, y personas que cada vez vivimos más y además deseamos hacerlo en las mejores condiciones posibles, en el otro extremo.

Sarah Harper, gerontóloga y demógrafa británica “la vejez llega cuando nos convertimos en dependientes”. En la ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la personas en situación de dependencia se establece que la dependencia es el estado de carácter permanente en el que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria, o en el caso de la personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal.

Cada vez nos hacemos más mayores, y aunque solemos tener una buena calidad de vida has aspectos que ésta que no podemos solventar de forma completamente independiente y requerimos una ayuda externa, alguien que complemente esas capacidades que, poco a poco, vamos perdiendo.

Esta situación pone en un brete al actual sistema de pensiones, porque, ¿hasta dónde alcanzará con el planteamiento actual? ¿es sostenible en el tiempo prestar los servicios necesarios a personas que alcanzan los 90 años o más con una calidad de vida más que respetable? Algunas de las regiones más longevas de España, como Galicia se sitúan también entre las que tienen una tasa de dependencia más alta.

Desde un punto de vista mercantilista surgen nuevos negocios y profesiones en torno a los cuidados y atenciones que requieren las personas en situación de dependencia, y la tendencia para 2023 es clara: al alza. Pero la cuestión que se plantea es: ¿podrán las administraciones públicas atender esas crecientes necesidades?

El fenómeno de la dependencia ha alcanzado unas cifras que hacen que esta problemática haya salido del ámbito puramente privado (las familias debían solventarlo con sus propios recursos) a trascender al ámbito de lo público, debiendo aumentar las administraciones tanto su implicación como sus dotaciones presupuestarias, técnicas y de recursos humanos.


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