Hace unos días mi hija pequeña estaba viendo un capítulo del insufrible Bob Esponja (a ella le encanta). El episodio trata sobre la venta del Crustáceo Crujiente (el restaurante donde trabaja nuestro personaje) a una cadena americana de comida rápida, en la que impera un modelo diferente de gestión.
Aparecía entonces un curioso personaje, que con gesto amenazante y simulando golpear a alguien, explicaba los métodos de Recursos Humanos. Al final del capítulo la niña me preguntó por qué “el de Recursos Humanos le quiere pegar a Bob Esponja y a Calamardo”. Vaya, pensé….
La historia se desarrolla como sigue: el Sr. Cangrejo (ese jefe profundamente pesetero y a veces insensible, que seguramente nos recuerda a alguno que todos tenemos en mente) decide vender su restaurante a una cadena de comida rápida. Esta cambia rápidamente la decoración y le da al local un aire nuevo. Todo parece más bonito, se cuida la estética y el negocio parece un lugar más atractivo. Pero las apariencias engañan (en ocasiones) y ésta era una de ellas.
El cambio era sólo aparente porque las tradicionales "cangreburger" preparadas con todo mimo, una a una, por nuestro personaje, son sustituidas por una mezcla muy especiada de carne preparada de manera industrial y con una decoración que les da apariencia de apetitosas, pero que en definitiva, son de ínfima calidad. Los clientes empiezan a quejarse.
El nuevo jefe Carl utilizaba unas técnicas muy duras, bastante deshumanizadas. Todo estaba perfectamente procedimentado, con reglas, normas e instrucciones.
Los hábitos usuales del "Crustáceo Crujiente" se habían esfumado. Desde el cambio, reinaba el temor y los empleados no se atrevían a hablar con libertad. Carl parecía tener una clara orientación al cliente, pero sólo era ficticio. Su único interés era el dinero, disfrazado de falsa amabilidad hacia los clientes.
Bob Esponja y su compañero Calamardo están completamente sometidos al yugo de ese nuevo régimen y las costumbres y rutinas del Crustáceo Crujiente ahora sólo son un recuerdo del pasado. Carl sonríe constantemente, pero sus empleados están cada vez más tristes y dudan de la eficacia de sus métodos, pero el jefe amenaza con llamar al Director de Recursos Humanos para solucionar cualquier problema…. Este, con aspecto hosco, se esconde tras una puerta.
Esa sonrisa estúpida y permanente, las amenazas del jefe, el nulo interés por sus clientes, parecen una parodia del funcionamiento de algunos negocios o Empresas en las que además se utiliza la figura del Departamento de Recursos Humanos para "atemorizar" u obligar al cumplimiento de las normas y los procedimientos. Nada más. Flaco favor a una función cuyo único sentido es el crecimiento y desarrollo de las personas, dentro del mejor clima posible.
Sí, ya lo sé, sólo se trata de unos dibujos animados. Pero nos invita a pensar por qué en algunas Organizaciones se presume de la existencia de Recursos Humanos cuando a ese Departamento sólo se le atribuyen los aspectos negativos, imponer, sancionar, despedir... Claro, para las buenas noticias, el jefe de área está siempre dispuesto, pero si hay que tragar saliva, es mejor llamar a esos chicos de Recursos Humanos, siempre dispuestos a amargarte la semana si hace falta.
La nueva situación que se vivía en el Crustaceo Crujiente hizo que el Sr. Cangrejo decidiera recuperar su viejo negocio. Los empleados añoraban su racanería y su carácter malhumorado. Cualquier cosa mejor que Carl, aquel jefe desalmado que había impuesto el Manual del Empleado.
Esa serie, que siempre me resultó un poco antipática, me va a hacer pensar. ¿Quién podía creer en las aventuras de una esponja en el fondo del mar? ¿Hay algo más absurdo?
Ya había acabado el capítulo y resonaba su pegadiza melodía cuando la niña, que no había obtenido respuesta por mi parte, volvió a preguntar: por qué “el de recursos humanos le quiere pegar a Bob Esponja y a Calamardo”.
Juan F. Bueno