08 mayo 2013

Bob Esponja y la imagen de Recursos Humanos

Posted by Juan bueno On miércoles, mayo 08, 2013 2 comments
Hace unos días mi hija pequeña estaba viendo un capítulo del insufrible Bob Esponja (a ella le encanta). El episodio trata sobre la venta del Crustáceo Crujiente (el restaurante donde trabaja nuestro personaje) a una cadena americana de comida rápida,  en la que impera un modelo diferente de gestión. 
 


Aparecía entonces un curioso personaje, que con gesto amenazante y simulando golpear a alguien, explicaba los métodos de Recursos Humanos.  Al final del capítulo la niña me preguntó por qué “el de Recursos Humanos le quiere pegar a Bob Esponja y a Calamardo”. Vaya, pensé….

La historia se desarrolla como sigue: el Sr. Cangrejo (ese jefe profundamente pesetero y a veces insensible, que seguramente nos recuerda a alguno que todos tenemos en mente) decide vender su restaurante a una cadena de comida rápida. Esta  cambia rápidamente la decoración y le da al local un aire nuevo. Todo parece más bonito, se cuida la estética y el negocio parece un lugar más atractivo. Pero las apariencias engañan (en ocasiones) y ésta era una de ellas.
 
El cambio era sólo aparente porque las tradicionales "cangreburger" preparadas con todo mimo, una a una, por nuestro personaje, son sustituidas por una mezcla muy especiada de carne preparada de manera industrial y con una decoración que les da apariencia de apetitosas, pero que en definitiva, son de ínfima calidad. Los clientes empiezan a quejarse.
 
El nuevo jefe Carl utilizaba unas técnicas muy duras, bastante deshumanizadas. Todo estaba perfectamente procedimentado, con reglas, normas e instrucciones.

Los hábitos usuales del "Crustáceo Crujiente" se habían esfumado. Desde el cambio, reinaba el temor y los empleados no se atrevían a hablar con libertad. Carl parecía tener una clara orientación al cliente, pero sólo era ficticio. Su único interés era el dinero, disfrazado de falsa amabilidad hacia los clientes.
 
Bob Esponja y su compañero Calamardo están completamente sometidos al yugo de ese nuevo régimen y las costumbres y rutinas del Crustáceo Crujiente ahora sólo son  un recuerdo del pasado. Carl sonríe constantemente, pero sus empleados están cada vez más tristes y dudan de la eficacia de sus métodos, pero el jefe amenaza con llamar  al Director de Recursos Humanos para solucionar cualquier problema…. Este, con aspecto hosco, se esconde tras una puerta.

Esa sonrisa estúpida y permanente, las amenazas del jefe, el nulo interés por sus clientes, parecen una parodia del funcionamiento de algunos negocios o Empresas en las que además se utiliza la figura del Departamento de Recursos Humanos para "atemorizar" u obligar al cumplimiento de las normas y los procedimientos. Nada más. Flaco favor a una función cuyo único sentido es el crecimiento y desarrollo de las personas, dentro del mejor clima posible.

Sí, ya lo sé, sólo se trata de unos dibujos animados. Pero nos invita a pensar por qué en algunas Organizaciones se presume de la existencia de Recursos Humanos cuando a ese Departamento sólo se le atribuyen los aspectos negativos, imponer, sancionar, despedir... Claro, para las buenas noticias, el jefe de área está siempre dispuesto, pero si hay que tragar saliva, es mejor llamar a esos chicos de Recursos Humanos, siempre dispuestos a amargarte la semana si hace falta.
 
La nueva situación que se vivía en el Crustaceo Crujiente hizo que el Sr. Cangrejo decidiera recuperar su viejo negocio. Los empleados añoraban su racanería y su carácter malhumorado. Cualquier cosa mejor que Carl, aquel jefe desalmado que había impuesto el Manual del Empleado.

 
Esa serie, que siempre me resultó un poco antipática, me va a hacer pensar. ¿Quién podía creer en las aventuras de una esponja en el fondo del mar? ¿Hay algo más absurdo?
 
 
Ya había acabado el capítulo y resonaba su pegadiza melodía cuando la niña, que no había obtenido respuesta por mi parte, volvió a preguntar: por qué “el de recursos humanos le quiere pegar a Bob Esponja y a Calamardo”.
 
 
 
 

Juan F. Bueno

El arte de hablar en público

Posted by Juan bueno On miércoles, mayo 08, 2013 No comments

Últimamente estoy oyendo de forma reiterada que algunos periodistas le reprochan al Gobierno que comunican poco y además lo hacen con escasa convicción.
 

Si es así, se enfrentan a dos dificultades importantes, porque el arte (sí, digo bien, arte) de hablar en público, con una impactante capacidad de convicción, es una herramienta imprescindible para desenvolverse con éxito en la actualidad, tanto en el ámbito profesional, como en el personal.
 
En algún post anterior ya puse de manifiesto la enorme importancia que tienen hoy en día esas denominadas “soft skills (nombre engañoso, porque no son ni fáciles ni comunes), para alcanzar un desempeño no sólo correcto sino triunfante.

La consecución de ciertos logros profesionales, está íntimamente ligado a cierto brillo oratorio. Y no me refiero con esto a destacar cual oradores romanos en la antigüedad, pero sí al apropiado uso de las técnicas de comunicación en sus diferentes manifestaciones.

Tener ciertos conocimientos y práctica al respecto, resulta ineludible para muchos planteamientos habituales en el ejercicio profesional: presentar un proyecto, convencer de una determinada idea, lograr apoyos para una nueva empresa, someter a valoración un nuevo plan, exploración de nuevas posibilidades de negocio, etc. Son numerosas las ocasiones en que habrá que poner en práctica las capacidades de oratoria, la elocuencia o la persuasión con un discurso conciliador, enérgico o práctico, según las necesidades.

Es un error pensar que la comunicación en unívoca o sólo responde a un patrón. La comunicación es, o debería ser, esencialmente adaptativa en función de dos aspectos: El objetivo que persiga (formar, informar, convencer) y el público al que va destinada.

Aunque seamos grandes conocedores del contenido de nuestra conversación, hay que utilizar diferentes herramientas, si nos enfrentamos a una conferencia (esencialmente divulgativa); si vamos a realizar una arenga (movilizar personas); una presentación (con fines comerciales o formativos) o si vamos a presentar un proyecto (con fines persuasivos).
 
En todos estos casos hay que adaptar el vocabulario, el tono del discurso, los criterios de razonamiento (pensemos por ejemplo en dirigirnos a unos posibles compradores o a los miembros de la comunidad de vecinos), el lenguaje (más o menos técnico o informal) y desde luego el estilo general.

La retórica usada en un caso u otro, deberá  ser más elocuente o más didáctica o cercana o grandilocuente. Hay que cuidar el verbo, la palabra, la expresión. Y de la mano va el lenguaje corporal, que deberá adecuarse a los diferentes estilos y momentos.

La comunicación tiene que adaptarse, transformarse en base a las necesidades y a los objetivos. Y creo firmemente en el principio de 80% de preparación y 20% de ejecución, aunque la realidad demuestra que  se suelen invertir estos porcentajes y la mayoría de los profesionales en nuestro país prepararan poco sus alocuciones. Puede parecer una pérdida de tiempo dedicar tanto a la preparación. Sin embargo pararse a pensar varios temas antes de hacer nada es casi obligatorio: ¿Qué pretendo conseguir con mi charla o presentación?; ¿Cuál es mi objetivo final?; ¿Cuales son las características del público al que me dirijo?; tipo de auditorio (no es lo mismo una pequeña reunión que un gran auditorio)  y tiempo del que dispongo.

Todos estos aspectos pueden parecer obvios, pero mi experiencia y trayectoria en diferentes Empresas me ha permitido ver cómo grandes técnicos, verdaderos conocedores de sus materias, daban una pésima imagen a través de una mala presentación, que incluso podía hacer dudar de sus cualidades técnicas. Craso error.

Aprender a realizar una buena venta de proyectos o cualidades a través del dominio de técnicas de comunicación, es hoy básico. Ni siquiera nos podemos permitir no practicarlo.
 
 
Seguro que todos recordáis esa famosa frase que pronunció John F. Kennedy y que sobrevive a los tiempos. Todos tenemos en la cabeza discursos legendarios como los de Churchil, Martin Luter King o la dialéctica actual de Obama. Seamos realistas, probablemente no se trate de pasar a la historia, sino de ser eficaz, altamente eficaz en nuestro desempeño profesional.

Compruebo con cierta satisfacción, que los adolescentes de ahora empiezan a hacer sus pinitos con presentaciones en powerpoint delante de sus compañeros y profesores. Es un inicio, les acostumbra a perder el miedo escénico y a ver la comunicación como una herramienta y conocer su mecánica.
 
 
 
En el caso de nuestros gobernantes o en el de la oposición, o de la clase política en general no sabemos si comunican poco o mal. ¿O tal vez hacen ambas cosas?
 


Juan F. Bueno

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