Veo la publicación de estudios y estadísticas en el que se reflejan la reducción en los salarios que se ha experimentado en los últimos 5 años. Cierto es que la crisis nos está dejando sin alegrías económicas y todos, empresarios y empleados tratamos de ajustar los presupuestos a lo estrictamente necesario. Sin embargo, como en casi todo en el medio está el equilibrio, casi la virtud.
Ahora asistimos a la drástica rebaja de salarios en niveles altos de las organizaciones y he visto alguna oferta para directivos cuya oferta económica es casi insultante. Pero lo que todavía resulta más sangrante es que el mayor ajuste se ha hecho este año pasado en los salarios más bajos.
Esta situación es muy viciosa y me explico. El directivo que ahora se encuentra en el paro estará dispuesto a aceptar una oferta muy por debajo de su valía y experiencia, pero esa es sólo una decisión temporal. A la larga es una pérdida de tiempo para empleado y empleador. Este último verá como su directivo-mal-pagado está escasamente comprometido y con la vista puesta en el mercado oteando la primera oportunidad laboral que se ajuste a su perfil. El empleador tendrá así a alguien infra motivado que sabe que es más fácil encontrar otro trabajo estando activo que desde el paro. El empleado aceptará ese puesto como un mal menor mientras surge uno más acorde.
Así todos pierden, o mejor dicho, nadie gana. Porque las dos partes, empleador y empleado viven una situación de clara inestabilidad. Fomentarlo me parece un desatino.
Con esa pretendida intención de ganar competitividad se permite rebajar los sueldos, pero esto está forzando realidades un poco absurdas. No se puede pretender contratar a un directivo, en una importante área de responsabilidad ofreciéndole un salario muy por debajo del mercado y a una tercera parte de lo que ganaba hace unos meses. Como ya dije antes, eso sólo genera inestabilidad, desequilibrio entre lo que esa persona puede aportar y lo que puede recibir. Y en ese caso esa alternativa es únicamente temporal. La inestabilidad y escasa oferta del mercado de trabajo actual provoca estas oscilaciones. Claro, hemos pasado de una época de bonanza histórica a una de crisis también histórica.
Soy consciente de que el mercado se tiene que ajustar, ya que no es ni más ni menos que la ley de la oferta y la demanda, aunque también sobre este planteamiento hay teorías. Algunos economistas sostienen que ajustar los sueldos en función de la competitividad de los empleados y contratar con salarios a la baja, es condición necesaria para recuperar la competitividad que nos hará salir de la crisis. Mientras que otros expertos, a los que tampoco les falta razón, sostienen que la rebaja de sueldos genera una mayor contracción en la demanda, afectando al consumo, y generando más pérdidas de empleo. Un auténtico círculo vicioso.
La solución es compleja, lo sé. Pero es que, en ocasiones, parece que estamos en un zoco marroquí dispuestos a regatear, buscando el chollo, tratando de contratar a un directivo al que en otra época no hubiéramos podido aspirar. El regateo me parece mala política como elemento de contratación. Y desde luego no ayuda para nada a la motivación y, por ende, la productividad.
Leo una noticia de ayer en la que afirma que la comunidad autónoma en la que más se han bajado los sueldos a lo largo del pasado año es Galicia. Se trata de una comunidad especialmente castigada por el desempleo.
El salario es sólo uno de los componentes de la motivación laboral. Ni el más importante ni el fundamental. Todos conocemos a personas que no tienen un gran sueldo pero están contentos en trabajos que les gustan, con buen ambiente y donde pueden crecer profesionalmente. Todo eso es salario. Emocional. Tiene un valor incuestionable. Pero a lo que no podemos llegar es, aprovechando la crisis y amparándonos en ella, ofrecer sueldos que no cumplen las condiciones “higiénicas” exigibles, porque de "palmaditas en la espalda," no se vive.
Juan F. Bueno