ESCENA 1
No hay tablones suficientes para montar esta mesa, hay de todas las edades, de todos los sexos, de todas las alturas, y todos nos preguntamos a quien se le ha ocurrido poner los tablones así. Entonces se mueven una, dos, tres, cuatro veces y la definitiva es idéntica a la que se había compuesto al principio y sigue sin cubrirse con los manteles todo el territorio.
Yo procuro sentarme cerca de la ventana, hace un calor horrible con tantas personas y este año me ha tocado tener en brazos y dar de comer al hermano mayor, el de dos años, de la sobrina de mi marido que tiene ella uno de tres meses en su regazo.
El niño come croquetas como si fuera una trituradora, y cada vez que termina una, gira la cabeza me sonríe y dice “ota”, yo no escatimo en mimos, y ahí va otra de jamón y huevo duro. Aunque su madre me ha pasado una chaquetita por si tiene frío, me apiado del pequeño y me resisto a cocerlo en la bechamel que se está metiendo en el cuerpo, el pobre lleva camiseta debajo de su camisita de Zara, y tiene las mejillas del color de la última lava que salió del monte Ontake.
Se habla de todo, no se termina ninguna conversación, hay un ruido infernal, un olor a mezcla de comidas casi vomitivo, pero veo muchas caras sonrientes, algunos gestos torcidos, mi marido parece contento charlando, mis hijos jugando; un poco de paciencia, quizás merece la pena estar aquí este rato, se pasará rápido, así que: “¿ota croquetita cariño?”, así no cenas.
ESCENA 2
Este año me toca Nochebuena con la familia de mi mujer y Navidad y Año viejo con la mía, me parece que es así. De lo que si estoy seguro es que en la mesa que sea, me va a tocar otra vez con el hermano medio bobo de mi mujer, me lo ponen siempre al lado. No habla, no es que sea mudo es que nunca dice nada ni interesante ni poco interesante, nadie se extraña de que se haya quedado soltero. Deben pensar todos que yo también soy medio lelo y por eso me lo calzan o quizás me castigan así por haberme casado con su hija. Al cuñado listo le ponen al lado de su mujer y mi suegra, y me mira como diciendo “ale otra vez te ha tocado al lado del hermanito…”, y yo le miro diciendo, “sé con quien se la pegas a mi cuñada”, es la escena de Duelo de Titanes.
Lo que si hago es la guerra fría poco a poco, por ejemplo si mi cuñada, la lista, ha hecho canelones este año e insiste que son muy sofisticados porque les ha dado un punto con nuez moscada, (ella sabe de todo), yo digo que la nuez moscada tiene un componente cancerígeno y así bloqueo gran parte de las alabanzas de los susodichos canelones. Aunque mi santa dirá inmediatamente que eso es una idiotez de las mías, que no tengo ni idea y que me lo he inventado, con eso puede defender a su hermana allí mismo, aunque en casa piensa otras cosas, como que… para canelones ¡los suyos!. Inmediatamente yo animo a que se los coman y noto el miedo pasear por los platos. Es la mejor sensación que voy a tener en esa mesa tan familiar. También procuro que el hermano bobo pida repetir de canelones, para que mi mujer le diga en alto alguna bordería de las suyas aunque esas no lleven nuez moscada, es especialista en ellas, y quede como más bobo aún de lo que ya es. Es el momento en el que algún dardito entonces empieza a volar por encima de los polvorones como si fuera deporte olímpico.
Miro a mis hijos bastante aburridos, porque no les deja la game el hijo de la canelones, tiene muy mala leche ese niño. En cuanto diga uno que ha quedado con sus amigos yo soy el voluntario que quiero hacer el trayecto. Y pensar que el año pasado fue igual y el próximo será lo mismo…
ESCENA 3
No haber estado todo el año con ellos, hace que esta cena de navidad sea LA CENA. Estamos todos, de todas las familias, de la mía, de la suya, los amigos míos, los suyos, los amigos de alguien deben ser esos que entran ahora, el abuelo está encantado con los boleros que suenan … a esos no los conozco, debe ser la madre de alguien, ha venido hasta un exmarido y eso que ya hay un medio novio más joven que le hace la competencia. ¡¡¡¡¡Da igual!!!!!, creo que no estamos celebrando fin de año, estamos celebrando que estamos todos bien, que podemos estar juntos, que todo lo que ha pasado en el año no tiene la menor importancia porque en este momento estamos aquí. El cava no es catalán por reivindicación de alguien y acaba de llegar uno de Barcelona, se me había olvidado, le invitamos porque estaba solo estos días. Espera que seguro que hay un fuet en la nevera que lo sacamos en la bandeja con el turrón para que se sienta bien y crea que a nosotros lo de la independencia nos parece tan rica como la butifarra.
Me abrazo con el final de las campanadas a quien hace mucho que no veo, a con quien estuve muchos días, a mi madre a mis hijos, y al buenorro por supuesto. Sé que es una noche más pero me gusta tener a todos en casa disfrutando, me gustan estos momentos y recuerdo a quien no está y me hubiera gustado que estuviera conmigo, pero estará bien seguro. Para evitar la melancolía salgo un momento a la terraza a ver los fuegos artificiales del barrio, que cada año son mejores, alguien se me acerca por la espalda, nos miramos, sonreímos y le digo cuanto me gusta que este aquí hoy, y ella me dice ¡¡¡ que suerte tienes siempre, que macizo está!!!. Un petardo le ha impedido oír mi comentario.